Chilenos inmerecidamente olvidados: Avelino Urzúa. por Jorge Abasolo

POR JORGE ABASOLO

Su capacidad humorística la demostró en el colegio, en la Escuela Militar, en la Fuerza Aérea y más tarde en el teatro y en el periodismo.Sin duda está entre los chilenos olvidados. Es sabido que la memoria y la gratitud no son características de los países sudamericanos.

Fue un tipo de enorme creatividad y que vivía en permanente estado de vigilia. Nada le parecía insoslayable y todo lo registraba en su prodigiosa memoria. Se hizo muy popular bajo el pseudónimo de “Topón de Siete”.

Después de haber sido Cónsul General en Caracas (Venezuela), se decidió por explotar su proverbial sentido del humor en la prensa. Primero, lo hizo en la revista TOPAZE, y allí permaneció muchos años y con tanto éxito que llegó a ser su Director. A parejas con ello, fue animador del personaje Juan Lanas Hache, en el programa “Topaze en el aire”.

Como autor de obras teatrales integró un trío junto a Pedro Malbrán y Gustavo Campaña.

Al irse de la revista TOPAZE fue cooptado por el diario “Última Hora”, donde –ya está dicho- hizo famoso su pseudónimo Topón de Siete.

Hiperkinético y enemigo de estar en estado de sosiego, fue también director de La Raspa, semanario político humorístico, y autor de libretos radiales con el pseudónimo de Juan del Tono.

En el año 1960 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo.

De carácter bonachón, Avelino Urzúa solía reírse en sus escritos de los tontos graves. Solía poner en solfa a quienes se consideraban poseedores de la verdad y los dispensadores de las más supremas panaceas. Flanco favorito de sus burlas eran aquellos que caminan por  la calle como si el futuro del país estuviese bajo sus espaldas. Son esos que consideran que el eje del mundo pasa por el ombligo de ellos.

Como modesto tributo a un ser excepcional de creatividad suprema, he aquí una columna suya, donde exuda vitalidad, humor fino y originalidad, tres condiciones que se echan bastante de menos en el periodismo actual: muy uniforme y de mediocridad rampante. La columna fue esrita durante la administración de Jorge Alessandri Rodríguez, año 1962.

 

PERIODISMO INOFENSIVO

-“Mientras se aprueba y entra en vigor la Ley Mordaza, los periodistas debemos irnos entrenando para escribir artículos frívolos, intrascendentes, que no caigan en sus drásticas medidas de censura. Es lo que voy a hacer ahora, hablando de algo que no despierte las iras del ministro Ortúzar. La manzana.

Es esta la fruta que ha tenido mayor importancia junto a la humanidad. Existen muchas manzanas célebres, comenzando por la de Adán, ubicada en el cogote de sus descendientes. Parece significar con ello que se la había atragantado en el gaznate la que le ofreció Eva en el Paraíso, en complicidad con la serpiente. Ora manzana famosa y antigua fue la de la Discordia, lanzada por la Hija de la Noche, en medio de un festín, para que los hombres se pelearan entre sí.

Con el correr del tiempo, el método ha experimentado algunas variantes. En Chile, para que los hombres disputen y se odien, se les ofrece una candidatura política.

Luego, nos encontramos con otra manzana de categoría.  Esa que le puso Guillermo Tell a su hijo en la cabeza y que después atravesó con la flecha, sin tocarle un pelo al muchacho.

Con cualquiera otra fruta la prueba hubiese fracasado. Con una uva, por ejemplo, es seguro que el dardo no habría dado en el blanco o se hubiera clavado en la frente del niño. Con una sandía en la cabeza, la hazaña no habría tenido ninguna gracia.

Y llegamos a esa clásica manzana que le cayó a Newton en la cabeza mientras dormía su siesta bajo un peral. Descubrió nada menos que la Ley de Gravedad y los tontos de gravedad, que obran por su propio peso…”

 

Avelino Urzúa jamás empleó la ironía con el loable pero fastidioso propósito de hacernos mejores. Le bastaba con reír y hacernos reír limpiamente, con una sonrisa exenta de acritudes y rencores. No fue jamás el humorista catoniano bajo cuya aparente sonrisa se pudieran advertir el resentimiento y la amargura.

Las radios del país, sus periódicos y revistas aquilataron de atinada forma el talento de este chileno caído en el olvido, de baja estatura, pero de inmensa inquietud intelectual, que llegó a ser un brillante oficial de la Fuerza Aérea de Chile.